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Quizás sea hora

Al despertar esta mañana algo se rompió. Instintivamente bajé la mano y me palpé los riñones. Apenas puedo cambiar de postura sin recibir un latigazo y he venido quebrándome y temblando a cada bote en el autobús. No es nada nuevo, ocurre desde hace meses. Mi compañera de trabajo dice que eso se arregla follando. Yo le digo que también y empiezo a pensar que lo mejor será pedir una baja. Para follar.

Los médicos me dicen que probablemente se deba a malas posturas en el trabajo. La verdad, no andan lejos de la verdad: el trabajo es una mala postura, e enferma y mata. Él y quien lo alimenta, esta sociedad podrida de ambición en la que es más importante coger dos trenes, dos buses y un metro cada día para pasarse 8 horas delante de un ordenador que estar tranquilamente sentado en el suelo sacándose pelotillas del culo.

Mientras escucho La Fuga en los altavoces de mi PC voy pensando en lo que haré si finalmente lo que se rompió esta mañana se escacharra mañana y tengo que quedarme unos días postrado en mi sofá: leer, pasarme horas delante de la tele, regar mis plantas, ver páginas guarras en Internet, cascarme pajas, preparar gazpacho, vichissoise y espaguetiis carbonara, escribir, comer, beber, calentar la taza del váter, volver a leer y volver a cascarme pajas. A fin de cuentas, para qué ir a diario a la oficina si el producto es el mismo.

Quizás sea que toca cumplir años, quizá sea que de vez en cuando la vida nos habla. Quizá sea hora de sentarme para caminar hacia otro lugar. Quizás sea hora de levantarme al despertar.

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