Y mañana, tu Navidad
Este año al preparar la cena de Navidad vosotras elegiréis los platos. Compraréis la comida que más os guste y seguramente no habrá alcohol en la mesa. Será una cena sencilla, porque vencida la mayor barrera, poco más cabe, ni es necesario. Cenaréis tarde, porque las dos tenéis que trabajar para salir adelante, y ni siquiera en Nochebuena eso se perdona, ni os importa.
Estaréis solas porque donde estáis, a nadie conocéis. Y sin embargo, vuestra propia compañía os colmará. Al sentaros la una frente a la otra para empezar a cenar, lloraréis. Y sin embargo vuestras lágrimas os llenarán de dulzura. Os cogeréis de la mano. Probablemente os levantaréis y os abrazaréis hasta rendidas, reiros y llamaros tontas, “qué tontas somos”, entre sollozos entrecortados. Secadas las lágrimas comeréis como si nada hubiera ocurrido, y os reiréis con cualquiera de esas cosas que habitualmente véis en la tele y que son normalmente suficientes para, al menos unos segundos, olvidar.Por unos momentos tendréis la tentación de hablar sobre lo prohibido. Sobre cómo fue vuestra vida hasta este año, sobre lo que estará haciendo él. Pero no lo haréis. Este año no estará aquí para gritaros, ni para ordenaros, ni para llamaros puta, ni para acusaros de haber arruinado su vida, ni que me pongas otro cubata, ni que recojas la mesa, ni que te calles, ni que un día voy a desaparecer y os van a dar por el culo. Este año no.
También recordaréis como fue el último día de vuestra otra vida, la que nunca más viviréis. Cómo os citasteis en secreto a pesar de desayunar la una frente a la otra, como cada mañana. Cómo hicisteis la mochila con una muda para cada una, para qué más. Cómo salisteis un día en distintas direcciones para llegar juntas hasta aquí. Aún hoy miráis por la ventana por la mañana, temiendo que él esté ahí, apostado en la calle, acechando.Es posible que nunca más durmáis de verdad. Por eso, cuando acabéis de cenar y frente a la televisión vuestros párpados se cierren, la que de vosotras ese día sea la madre, tomará en sus brazos a la que ese día sea la hija, la llevará a su cama, se acostará junto a ella, la abrazará y apagará la luz. En su mente, se repetirá una frase, “un día más, la libertad. Y mañana, su Navidad”.
P.D: Seguramente no lo llegaréis a leer. Lucía, Miriam, esta es, por derecho propio, vuestra Navidad. Un abrazo, estéis donde estéis.
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